![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjesdroMxQxCOrl1n08tj5dQj-fbEpQjrNipAGW28_XwsEam6zE-u29cT_pmlrP5YsjM9DV__ptOvf3U5eQpxloSpP4TwGoqqTJDooQIsycpqxpUUB3QtM6bhSQR9wMrqWr5hmWUTvcmDE/s200/PLEBEYO.jpg)
de todas partes con maravillosos regalos: joyas,
tierras, ejércitos, tronos... Entre los candidatos
se encontraba un joven plebeyo que no tenía
más riquezas que el amor y la perseverancia.
Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
—Princesa, te he amado toda la vida. Como
soy un hombre pobre y no tengo tesoros para
darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de
amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana,
sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas
que las que llevo puestas.
—Tendrás tu oportunidad: si pasas esa prueba,
me desposarás. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores
de la zona salieron a animar al próximo
monarca.
(Cuando estamos dispuestos a dar lo mejor de
nosotros mismos como prueba de afecto o
lealtad, incluso a riesgo de perder nuestra
dignidad, merecemos al menos una palabra de
comprensión o estímulo. Las personas tienen
que hacerse merecedoras del amor que se les
ofrece.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario